ROMPIENDO LA CADENA DE LA COMPLICIDAD

 

AQUELLOS ESCÉPTICOS SOBRE LA PRESENCIA DE DOPAJE EN EL DEPORTE,
deberían subsanar sus dudas leyendo el anuncio de la Europol del 8 de Julio de 2019 -sobre una operación conjunta entre 33 países y múltiples agencias (incluida la WADA) resultando en medidas severas contra el tráfico de materiales utilizados para doparse además de drogas adulteradas. El anuncio está dirigido especialmente a “atletas no-profesionales, ciclistas y fisicoculturistas quienes  adquieren pequeñas dosis de esteroides, especialmente provenientes de Asia o Europa del Este para luego distribuirlas en los gimnasios”. No lo dudemos más, la evidencia demuestra que el dopaje continúa acechando al deporte amateur, y la única manera de desalentarlo es a través del control en el testeo de dopaje tanto dentro como fuera de la competencia. Esto se torna oportuno y relevante debido a que los programas de control anti-dopaje, tanto dentro como fuera de la competencia, durante GFNY NYC Championship en 2019 fueron satisfactorios al hallar dos consumidores de EPO. Las justificaciones de cada uno fueron dignas de una película cómica de Guy Ritchie. Pero esto no es lo relevante. Lo importante es que se habían tomado las medidas para atraparlos y lo fueron.
GFNY mantuvo máximo nivel de transparencia y exhibió los resultados del dopaje positivo públicamente. La declaración de GFNY originó comentarios y preguntas de otros corredores y entusiastas del deporte, como era de esperar. Tal vez inesperado para el público, aunque poco sorprendente para los fundadores de la carrera, la declaración suscitó comentarios de gratitud y apoyo en el ámbito en el que verdaderamente se aprecian los esfuerzos realizados por GFNY para mantener este deporte limpio. Contrario a aquellas expresiones de aprecio, algunas de las opiniones y preguntas de los novatos reflejaron la condición del deporte en general. Un tipo de apatía o rechazo a lo que el dopaje- o hacer cualquier tipo de trampa-le causa tanto al atleta, como a la carrera y al deporte en general. “¿Por qué alguien consumiría drogas para una granfondo?”, “Son unos idiotas porque fueron descubiertos” “Consumieron y ni siquiera ganaron”. Serían comentarios apropiados para un novato, pero reflejan como la combinación entre hacer la vista gorda y, me atrevo a decir, una disparatada desesperación que permite que la epidemia de la trampa continúe sin estigmas culturales y bajo la mirada atenta de aquellos que están encargados de prevenirla.
Expresar preocupación sobre hacer trampa sin mostrar hipocresía significa solamente lo siguiente: hacer todo lo humanamente posible para prevenirla. Las medidas para desalentar el engaño (por ejemplo realizando los controles) es la única posibilidad que existe entre aquellos que generan la competencia y aquellos que se aprovechan de la misma. Y a propósito- sin objetar terminologías, llámenoslo como lo que es. El dopaje es sinónimo de trampa. No hay vueltas sobre esto. No hay niveles para medir la trampa. Existe solamente la trampa y lo que no lo es. Ya sean que se realice en motores, EPO, dopaje sanguíneo, suplementos ilegales, testosteronas o a través de la peor manera de hacer trampa: la complicidad. Si estás eludiendo las reglas (para tu propio beneficio o para el de alguien más) no hay posibilidad de debatirlo: es trampa.

¿CUI BONO? EL ENIGMA DETRÁS DEL DELITO DE HACER TRAMPA.

Literalmente la frase cui bono pregunta –” ¿quién se beneficia?” La respuesta se da en el contexto del dopaje en el deporte y es simple. Esta frase, propia del campo legal, usualmente utilizada para
determinar motivo y culpa, puede aplicarse a varias facetas del mundo del deporte. Decir que la culpa es solamente del atleta, es ignorar cómo funciona el ciclo y quiénes son los culpables. Al escuchar a los periodistas especializados en ciclismo internacionalmente, este es un problema pandémico. La aplicación del anti-dopaje de manera laxa en la competencia amateur, de elite y profesional, le confiere al atleta plena confianza y tolerancia ante el riesgo de ser descubiertos. Los periodistas holandeses, Bram de Vrind y Sjoerd Swinkel, han estado investigando y escribiendo
sobre el problema desde hace ya largo tiempo, y concluyeron que en la última década 76 ciclistas de granfondos han sido descubiertos. Sin embargo, en la estimación de ambos, este número no representa el número real de corredores que podrían estar haciendo algún tipo de trampa. Mientras que de Vrind and Swinkel mencionaron que alcanzar los primeros puestos es la motivación primordial para los atletas, esto puede significar contar solo una parte de la historia. La proliferación de diferentes métodos para hacer trampa, ya sean el drafting con motos, el dopaje, usar los motores escondidos, o aprovechar las estelas en los pelotones de granfondos, la simple exaltación de llegar al podio, de estar en la onda y satisfacer el ego individual del corredor son motivación suficiente. Por lo tanto, el principal beneficiario (o tal vez el más obvio), el ciclista, está en control de su propio cuerpo, destino y ego. Ellos deciden- por sí mismos- basados en los riesgos percibidos, en su propio nivel de confianza, o en cualquier motivación que tengan. “Quiero hacerlo bien, y no seré descubierto, ¿qué podría salir mal?”
Imagínate, ese ciclista en un grupo que te mantiene pedaleando en la delantera, haciéndote pedalear más y más, para mantenerte en tu posición en el pelotón, pero que de alguna manera siente que todos necesitan empujar y empujar para seguir tu ritmo. Ellos hacen algo peligroso y poco grato para ser parte del grupo, para sostener el ritmo. ¿Dónde se detendrán y cuál es el límite de los riesgos que están dispuestos a correr? Si lo hacen bien, pueden cambiar las mentiras que se cuentan a sí mismos, sobre cómo cada uno lo hace, y sobre lo que se necesita hacer para mantenerse en el juego o en los primero puestos. Olvídate del dinero por unos segundos. Sólo piensa en los derechos a reclamar la pertenencia a ese club elite de ciclistas que pueden hacer el recorrido en 4:30. Tal vez estando en lo más alto de su grupo etario. Tal vez en lo más alto del podio. O tal vez –ser “lo suficientemente rápido-“para justificar hacerlo de nuevo-ya sabes- “sólo para ver qué ocurre”. Los premios son buenos, pero, como dijo la fundadora de GFNY, Lidia Fluhme en un reciente podcast “hay algunos eventos en los que sólo compites por unas cámaras como premio de podio”- aunque en realidad- la verdad es que estás parado en el podio con gente que te mira diciendo “oh, estás en el podio”. El cofundador Uli Fluhme, nos comenta que la única diferencia entre un destacado granfondista y un pro es el talento. Como dice Fluhme “muchos de ellos viven como ciclistas profesionales aunque no poseen el talento para ser pro, y desean ese reconocimiento. Nosotros les proveemos del lugar y la plataforma para ser reconocidos en nuestros eventos GFNY.” Debido a lo accesible que es el buscar en la red cómo y dónde obtener las drogas, y el cómo evadir ser descubierto, la tentación de tomar el camino más corto es demasiado grande.
Sin embargo y para realmente responder al “cui bono”, la pregunta no puede terminar con el atleta. Con tantas oportunidades para correr y de no ser controlado, el atleta percibe que el riesgo es mínimo. Sumemos a esto que la potencial idea de ser atrapado solamente dentro de la competencia le permite al atleta planificar con anterioridad a la fecha del evento y asegurarse que no dará positivo el día de la carrera mientras aún se beneficia de los efectos de la sustancia prohibida (como EPO) durante el entrenamiento e incluso semanas después de la competencia. Aunque, por variadas razones (el presupuesto de las carreras podría ser una, pero nos referiremos a eso más tarde), muchas carreras no controlan ni controlarán, y ciertamente mucho menos lo harán fuera de la competencia.
Y así comienza el baile. Los directores de carreras que no realizarán controles (ni fuera ni dentro de la competencia), y los atletas que no temen ningún castigo por el dopaje. La vista gorda por parte de los organizadores es un paso de complicidad para alentar a los atletas a hacer trampa. Si estamos de acuerdo en que el ego del corredor es el hilo conductor para que el atleta haga trampa, y además el temor a las consecuencias es removido, entonces la carrera en sí misma es cómplice del acto del engaño. Un posible socio que pueda tal vez pueda jactarse de tener un pelotón de “excelencia” de tramposos, hace crecer al grupo en general, atrae más dinero de auspiciantes y a corredores, y así infinitamente. La danza continúa, la música nunca se detiene. Podría no ser tan nefasto ni clandestino como suena, así que volvamos un escalón. Para el organizador de la carrera que simplemente siente que realizar cualquier tipo de programa o control anti-dopaje es complicado o demasiado caro (volveremos a referirnos a esto), y que no ven su parte en la complicidad o que probablemente no crean que podría ocurrir en “su carrera”, esconder su cabeza en la arena remite al mismo nivel de complicidad. Sería como permanecer callado ante un crimen el cual no quieres admitir que se ocurre, pero sabes que sí.
Además, los organizadores que proclaman que es infructuoso intentar luchar contra el dopaje, hacen lo posible para poder evadir el problema. En uno de los comentarios sobre los casos recientes de dopaje en la GFNY, el mismo señalaba “su carrera no es limpia” y luego mencionaba diversas maneras de pasar el control de EPO, o decía que los corredores que eran descubiertos no eran expertos en el abuso de drogas. La falla en esta lógica radica en que cuando se toma la decisión de escabullirse, la misma permite y alienta a los que se drogan, y una vez más se es cómplice en crear una cultura del dopaje entre aquellos que se aprovechan del inevitable “ lavarse las manos ” del problema que muy posiblemente limite el potencial de tantos eventos deportivos. Esta percepción posiblemente ignore el hecho de que la microdosificación que se requiere para pasar los controles es mucho menos efectiva que el actual uso de drogas en que incurrirá el corredor si no hay riesgos de ser descubierto. Hay tantas cosas que podrían salir mal en el proceso de pasar los controles, que la amenaza de realizarlos dentro y fuera de la competencia nos provee de la mejor manera de detener el dopaje.

Y RESPECTO A LOS GASTOS…

Si bien poner en marcha un programa anti-dopaje por parte del organizador de un evento no es un esfuerzo barato ni trivial, es completamente factible cuando sí se tiene un presupuesto adecuado. GFNY  paga $15,000 anuales por el control anti-dopaje del evento insignia GFNY en New York City cada mes de mayo. Según Uli Fluhme, el control dentro de la competencia cuesta actualmente $1,000 por corredor, con la esperanza de que con el correr del tiempo la tecnología permita bajar los costos a $50 por ciclista en un futuro no muy lejano. De acuerdo a los Fluhmes, es la parte fundacional de lo que GFNY representa, por lo tanto siempre será una parte de la competencia de GFNY. Para un corredor, ser descubierto por los controles de GFNY, significa que el programa funciona y vale cada centavo del gasto realizado para mantener la integridad de la carrera para todos.

SIN OLVIDARNOS DE MENCIONAR LA SALUD…

No debemos perder de vista el hecho de la existencia de un daño colateral asociado a este problema que se extiende más allá del deporte. Sin elementos disuasorios, un corredor o cualquier otro atleta, podría ser tentado a tomar medidas extremas para mejorar su rendimiento. Una simple búsqueda en internet le revelará al atleta diferentes formas de hacerlo. Todos estos modos impactarán en la salud del deportista en el corto o largo plazo. Sería extremadamente ingenuo el asumir que no ser detectado en una carrera significa” salir impune”. Olvídate de ser inhabilitado, un error en la dosis podría producir graves consecuencias, además de que el uso repetido y a largo plazo dañará gradualmente el cuerpo de la persona de por vida. Sumado al hecho de que el abuso de sustancias controladas es considerado un delito, el daño colateral es obvio. Una parte de mantener limpio al deporte es alentar la competencia sana, tanto en el sentido físico como en el emocional. La disuasión a través de los controles no solo mantiene sana la competencia, sino que además salva vidas y protege la salud.

¿CUÁL ES LA SOLUCIÓN?

Pero seamos realistas, un evento más pequeño podría no contar con el presupuesto para operar un control de doping así como los que se realizan en competencias más importantes, entonces ¿qué se puede hacer? ¿Dónde se pueden situar estos eventos con respecto al anti-dopaje si son difíciles de costear? Aquí es donde el control fuera de la competencia y la cooperación pueden disuadir y cambiar las cosas. Las carreras más prestigiosas que pueden costear y realizar controles fuera de competencia han demostrado que estos tipos de controles aleatorios dentro de los eventos probablemente puedan proveer de los mejores elementos disuasivos. Teniendo en cuenta la manera en que los agentes dopantes funcionan, y el tiempo que toman en salir del cuerpo del corredor (aunque permanezca efectivo el día de la carrera), se podría burlar el control dentro de la competencia, aunque esto se torna mucho más difícil de esconder de los controladores si el corredor desconoce cuándo se va a realizar el testeo.

Agregar esta forma de control, podría no solo prevenir que el corredor se arriesgue a hacer trampa, pero además podría desalentar a los tramposos empedernidos a participar en aquellas carreras que tengan estos tipos de procedimientos.

Y ahora imaginemos que el control fuera de la competencia se convirtiese en un sistema. Un sistema de carreras que tal vez pueda reunir recursos para poder compartir resultados, gastos y la capacidad para aunar fechas en el calendario de carreras, todas con la exigencia de controles fuera de la competencia que forzarían a retirarse por una temporada a aquellos competidores que hagan. La única escapatoria sería tomar drogas indetectables o limitarse a competir en pequeñas carreras. Ahora, no olvidemos el ego. Los que utilizan sustancias son incapaces de resistir la oportunidad de aparecer en escena.

EN RESUMEN

Este es un problema universal. Suponer que este es un problema de una carrera, o de un deporte, sería completamente ingenuo. Las organizaciones que controlan las normas en Estados Unidos, como USADA, carecen de financiación por lo tanto el control en eventos de aficionados pasa a un segundo plano comparado con el deporte profesional, en los cuales hay mas premios en efectivo e implicaciones más importantes si caen en el fraude. La comunidad deportiva debe asumir que hacer trampa es una amenaza constante a la integridad de la competición. Para todos aquellos que no verán el Giro o el Tour por la abrumadora cantidad de corredores que se dopan, imaginen que hubiesen ciclistas que dejaron el ciclismo profesional porque vieron que el deporte no estaba limpio. Lo mismo ocurriría con los corredores de granfondos, de un lado del espectro del talento al otro. Si hay cinismo rodeando a la equidad de la competencia, ¿cuántos se alejarían de las granfondo? Para el corredor de granfondo que practica el juego limpio, ¿valdría la pena el tiempo, dinero, energía para entrenar, correr, competir con aquellos que se aprovechan de la carrera, y que también se aprovechan de aquellos que sí corren limpios? Fallarles a los que juegan limpio, y verlos alejarse del deporte sería una pérdida monumental.